lunes, 25 de julio de 2011

La cuestión de los hombres [1] Ernesto Sinatra



¿Acaso creen ustedes que sería preciso reivindicar a los hombres en la actualidad?
¿O tal vez consideran adecuada la reinvención de una "identidad masculina" para responder a cierta presión de la época -que representantes de la sociología contemporánea han denominado "feminización del mundo"? Y lo que de ello se desprende: ¿El "modelo masculino" ha perimido?
¿O es que ustedes consideran -¡hombres al fin!- que "ser un hombre de verdad" define una substancia masculina que, como la testosterona, permanecería invariable a través de los siglos, más allá de las modificaciones de los semblantes con los que los hombres se visten en cada época? ¿Y equivaldría ello a decir que "los hombres son hombres", incluso más allá de los cambios en la jurisprudencia que ha conducido a promulgar el matrimonio igualitario, por ejemplo?
Pero y las mujeres: ¿creen que los hombres siguen siendo como eran tan sólo algunas décadas atrás, o encuentran alguna diferencia substancial en su forma de asumir hoy su masculinidad? ¿Es verdad que cada vez que se encuentran con un "hombre de verdad" exclaman asombradas ¡Por fin hombres!? ¿O es usted una de esas mujeres -nuevas patronas- que se ha cansado de esperar de los hombres una solución y ha decidido "hacerlo por mi misma", ya sea prescindiendo de ellos o tomando la iniciativa como una verdadera "mujer de las llaves"[2]?
¿O, por el contrario, es usted de aquellas otras mujeres que prefieren la versión anterior de los hombres y sueña con "que los hombres vuelvan a ocupar su lugar para sentir otra vez que el hombre es nuestro sostén, el padre de familia y -entre muchas otras cosas- que vuelvan a mantenernos"?
Unos y otras, ellas y ellos acuden con frecuencia al psicoanalista para intentar resolver los problemas que causa la sexualidad entre hombres y mujeres. Y si bien el psicoanálisis no brinda una normativa a la que obedecer, ni tampoco fórmulas mágicas para eliminar el malentendido entre los sexos, ofrece el emplazamiento de su dispositivo para tratar las respuestas singulares con las que cada mujer y cada hombre han enfrentado su relación al Otro sexo con inhibiciones, síntomas y angustias –entre otras manifestaciones.
Disipemos ya mismo un equívoco: Otro sexo designa al sexo femenino ya que la experiencia analítica ha comprobado que el verdadero problema para cada uno -sea hombre o mujer- es responder a él. El Otro sexo -el femenino- es el centro neurálgico que pone sobre el tapete lo real en juego en la experiencia analítica: la ausencia de un complemento hombre-mujer. Los tiempos son generosos en proporcionarnos ejemplos por doquier del desajuste entre la naturaleza de los cuerpos y las elecciones sexuadas.
Encontramos fenómenos actuales y casos clínicos que demuestran hasta qué punto el goce femenino no sólo es un problema para una mujer sino que no lo es menos para un hombre. Ya que, y por más que en el vértigo de los tiempos que corren se hable a viva voz de ‘los hombres-esquivos’ -los que huyen del compromiso emocional con las mujeres- ¿no es menos cierto que muchas de ellas también no saben qué hacer con su sexualidad y tienen que inventarse Otra mujer como modelo para imitar (y/o para despedazar en sus fantasías)?
Por eso hemos de interrogar: ¿En qué consiste hoy la "identidad masculina"? ¿Sigue siendo determinada por lo que le ha sido transmitido a cada hombre por su padre, acaso? ¿o se trata de que lo que hoy domina la identidad son las identificaciones promovidas por lo que dictan los especialistas, lo que aconsejan los blogs, las imágenes colgadas en Facebook o por el ojo omnivoyeur de la televisión que nos mira, por ejemplo?
Y de ser así, ¿hasta qué punto no son los fragmentos del padre tradicional los que se nos ofrecen en los mismos gadgets : objetos restos de la producción de las tecno-ciencias que inundan el mercado de consumo planetarizando el mundo? ¿no son acaso esos aparatos que- enseñan-cómo-gozar, trozos de información producidos por saberes expertos?
De todos modos, el Padre de la tradición ha implosionado en nuestras mismas narices. Y no se trata aquí de producir ningún arrebato nostálgico para reintroducirlo (ni tampoco de acudir a ningún fundamentalismo reivindicante).
El discurso psicoanalítico -con el que respondemos al estado de cosas que se precipitan en la civilización actual- ya no es el revés del discurso del Amo como en el siglo pasado, el de su nacimiento.
Los tiempos de la rígida moral victoriana y su empuje a la represión son ya cosa del pasado.
La versión actual del capitalismo híper-moderno ha desempolvado el goce que dormía en el inconsciente y lo ha elevado a un papel protagónico en la sociedad del espectáculo esparciéndolo por doquier.
La civilización actual al igual que el psicoanálisis dan hoy trato a las renovadas formas de goce que se manifiestan; pero a diferencia de la civilización, que al promover satisfacciones contradictorias fuerza la imposibilidad real de "gozar libremente" y desencadena fenómenos bizarros, el psicoanálisis responde recogiendo el guante y se encarga de darle tratamiento a tales afecciones que enmarcan la época: depresiones por caída del deseo; trastornos de la alimentación; poli-adicciones …¿no son los cuerpos invadidos de la fantasía de Cronenberg los que explotan con la introducción de los tóxicos híper-modernos?
Y mientras todo ello ocurre, los hombres no dejan de refugiarse entre ellos debatiendo acerca de sus grandes temas, es decir de sus "vicios": siempre encausados por el goce fálico (aunque no sólo determinados por él) ellos hablan de las mujeres, de los deportes, discurren acerca de la amistad, condescienden a tratar problemas de familia, del amor…Las preocupaciones masculinas continúan allí dando la medida de sus goces.


  1. A propósito del libro "¡por fin HOMBRES al fin!" Grama Ediciones, Bs. As. 2010.
  2. ‘mujer de las llaves’ es la denominación empleada por un analizante para describir a las mujeres que usan objetos como anzuelos de seducción -para mostrar que ellas sí tienen -departamentos, autos… (Extraído ).

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