domingo, 22 de julio de 2018


NUEVAS VIRILIDADES, NUEVOS LAZOS

Gustavo J. Costanzo.
Licenciado en Psicología.
Miembro la Asociación Cuyana de Estudios Psicoanalíticos

A partir de lo que escucho en el consultorio me pregunto ¿qué pasa con el hombre hoy?, ¿podemos hablar de nuevas formas de ser hombre? ¿cómo repensar las posiciones masculinas y femeninas en tiempos de cambio?
Partiendo del hecho de que “no hay nada escrito sobre la relación sexual”, no hay complemento entre los sexos, hay un imposible y hay que inventar. Así a partir de la relación del hombre con el falo y con el otro sexo se pueden entender las distintas soluciones posibles.
En esta época hay una pluralización y una pérdida de las referencias que hacen que la virilidad pueda sostenerse.
¿Qué vemos? Que los hombres parecen haber perdido el sostén imaginario-simbólico que les aseguraba virilidad, que pierden la iniciativa frente al encuentro sexual y esperan que las mujeres lo hagan por ellos.
¿En la actualidad qué o quién determina la identidad masculina? ¿Es lo transmitido por el padre o por los medios, las redes, las industrias culturales?
Hoy se da que muchos hombres pasan tiempo en el gimnasio, cuidando la imagen de su cuerpo. Pero también acuden a los tatuajes, los piercings, las cirugías estéticas. Toda esa cosmética masculina ¿es viril? Y si es viril ¿de qué virilidad se trata?
Son hombres que se distinguen por desarrollar un estilo de vida que privilegia el cuidado su imagen, caracterizándose porque suelen tomarse a sí mismo como su propio objeto de amor. Ser heterosexual, bisexual o gay no es el rasgo más importante.
Quizás el lema del metrosexual pueda ser enunciado así: "Soy mirado…luego existo". Su posición subjetiva queda así condicionada por esta coordenada.
En una época en que lo que se ofrece como modelo identificatorio a los sujetos masculinos es que privilegien ser el falo antes que tenerlo. Puedo concluir formulando la pregunta acerca del efecto que en la época actual, se ha producido en la subjetividad del hombre.
Si los semblantes de hombres y mujeres han ido cambiando, entonces: ¿cómo pensar en los tiempos actuales la virilidad cuando el lazo entre hombres y mujeres ha padecido tantas transformaciones? ¿cuál puede ser la posición viril con la que se sostiene el acercamiento hacia una mujer?
A todos estos interrogantes se los puede responder de muchas maneras. De eso se trata la singularidad de cada sujeto.



jueves, 7 de marzo de 2013

Crónica de la XII Conversación del ICF en España

Crónica de la XII Conversación del ICF en España:
Fragmento de un real sin ley y testimonio de Jacques-Alain Miller

Por Isabelle Durand

Este fin de semana hemos contado en Barcelona – como sucede desde hace años – con la presencia de Jacques-Alain Miller para la XIII Conversación Clínica que organiza el Campo Freudiano de España. No tan sólo nos deleitó con su finura y rigurosidad clínica habituales, sino que se mostró más chispeante que nunca. Sí, tal vez eso sea transferencia positiva -no pienso defender que se trata de una descripción badiouista…- pero, sin duda Jacques-Alain Miller acaba de provocar una incidencia política sin precedente en la historia del psicoanálisis.
En esta oportunidad las intervenciones de J.-A. Miller desbordaron el marco de los seis casos cuya discusión estaba prevista, permitiendo así compartir las nuevas perspectivas políticas para el psicoanálisis en el mundo, especialmente en aquellos países que no se distinguen por el respeto de los derechos humanos. El psicoanálisis está de modo directo ligado a ellos, a esos derechos, por su ineludible vinculación con la libertad de la palabra. “¡Debemos defenderla! y para ello nos tenemos que preparar, advirtió J.-A. Miller. Esta movilización del Campo Freudiano como observatorio de las libertades en estos países promete crecer considerablementeCuando se produce una brecha ¡hay que ir a fondo!”, espetó con el tono del que tiene la convicción de que un hombre, si no cede sobre su deseo y está rodeado de buenos amigos, puede mover montañas.
En una de las muchas anécdotas que contó sobre cómo consiguió liberar a Mitra Kadivar, explicó cómo se dejó enseñar por los persas -para los que es inconcebible el hablar abiertamente- para poder luego manejarse con ellos. “Con ellos es preferible velar un poco las cosas, no ser orgulloso en lo que uno quiere decir, y llevarles así a participar en la creación del sentido.” –un sujeto afectado de badiouismo no podría negociar con los persas-
Y, como si de una banda de moebius se tratara, cuando se topaba con un fragmento de real producido por algo que le evocaba el caso del señor B, Jacques-Alain  Miller pasaba de comentar los casos clínicos a, de pronto, golpear la mesa al ritmo colérico de “¡¿Renegado yo?!  ¡¿Cómo osa ese hombre decir semejante cosa?!” Y prometía al instante siguiente, por décima vez, no volver a  hablar del tema. Añadió con humor, como para tratar ese real: “..Let him twist slowly, slowly in the wind”.
Pero  unos instantes más tarde, Miller volvía a revelarnos con entusiasmo el horizonte de los próximos combates: hacer de la Asociación Mundial de Psicoanálisis una especie de amnistía internacional de los analistas, y –¿por qué no? - de todos los profesionales de la escucha!
Y otra vez, volvíamos a los casos, como si estuviéramos de repente en una Conversación clínica “normal”: en el caso presentado por Andrés Borderías, J.-A. Miller mostró - entre otras cosas- cómo uno se hubiese podido quedar tranquilamente con que “la paciente llegó al analista con un malestar, habló, mejoró, y cíao!”. Andrés Borderías no se conformó con eso, con que hablar hace bien: quiso entender un poco más, y para ello tuvo que construir una estructura que le obligó a producir diferencias, una dialéctica, un ordenamiento. “¡Las estructuras, como Dios, que hay que querer para que exista, es necesario quererlas y creer en ellas!” sermoneó, confesando con un chiste su gusto por ello.
Respecto al caso de Vilma Coccoz, J.-A. Miller recordó que la construcción de un caso está más del lado de la escultura -que procede por vía di levare- que de la pintura, que deposita acumulaciones de colores. ”Es preciso sustraer muchas cosas para ver el camino y poder seguir un hilo”. Rindió un homenaje al estilo de Rosa Navarro que le pareció de una elegancia suprema. Destacó incluso el efecto terapéutico que había tenido sobre él su lectura.
A partir del de Laura Canedo, Jacques-Alain Miller apuntó lo siguiente: del lado femenino, está más en primer plano la cuestión del cuidado del otro, y en los dos sentidos producidos por el equívoco del genitivo: cuidar al otro y estar cuidada por el otro; mientras que para los hombres lo que está en juego es más la cuestión de la capacidad, si tienen o no tienen la capacidad de. Pero no pudo no agarrar al vuelo un ejemplo de badiouismo“un vaso es un vaso y una copa es una copa” decía la madre del paciente.
Y poco a poco, como quien no quiere la cosa, pero que a la vez la quiere, vuelve a hablarnos de lo que elaboró en su análisis, de la frase de su padre, escrita en letras de fuego, que le marcó: “Tú eres tan insoportable que en tu vida nadie te va a querer.” Una frase pronunciada a consecuencia de sus ataques de cólera frente a un imposible de soportar: la ironía paterna. El resto de esta tensión agresiva es la savia que sigue alimentando su gusto por la lucha.
También evocó su fascinación por las mujeres con audacia, que hizo serie con la confesión de su debilidad porlas mujeres fuertes en el caso Mitra.  Sin embargo, Jacques-Alain Miller no tiene nada que envidiar a las mujeres. Como ellas, tiene una especial habilidad en amoldarse a ese algo del otro para conseguir de él lo que quiere. Y creo poder afirmar que este fin de semana, en Barcelona, el efecto conseguido sobre la comunidad del Campo Freudiano en España contradijo definitivamente la maldición paterna.
Durante estos dos días de trabajo, Miller representó él solo, uno tras otro, y con el talento que da el savoir y faire, todos los papeles de la Commedia dell’arte. De Groucho Marx resbalando en su bañera, hasta Napoleón tomando Teherán vía Boston (o al revés…), acabó convirtiendo a los más de cuatrocientos oyentes en nada menos que sus cuatrocientos pasadores, y eso por el efecto de transmisión producido, en un escenario que no propiciaba tal cercanía. Desde una clara, incluso declarada enunciación analizante, nos brindó la posibilidad de escuchar en vivo, y sin que eso estuviera preparado, fragmentos de su propio pase. Una enseñanza en acto del anudamiento entre clínica y política, de las incidencias de cada una de ellas sobre la otra. Una demostración en acto de lo que es la ética  para los psicoanalistas: una posición respecto al goce, cuando uno sigue analizando sus restos sintomáticos.

Tal vez sea debido al lugar esencial de la contingencia en el psicoanálisis que nunca podremos aprehender del todo, lo que nos perdemos cuando no acudimos a los encuentros. Un acontecimiento imprevisto no avisa. Ir a los Congresos, a las Jornadas, a las Conversaciones, es poner las condiciones de posibilidad, plantear las coordenadas para que algo pueda surgir al encuentro. En cualquier caso una reseña nunca podrá sustituir el impacto de un fragmento de real sin ley.

Todos somos libertinos

http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-215233-2013-03-07.html






 Por Guy Le Gaufey *
“Libertino” es una palabra equívoca. No hay que confundir al libertino del siglo XVIII “un Choderlos de Laclos, un Marivaux, un Crébillon hijo” a los que se imagina, con razones o sin ellas, revolcándose en la frivolidad o en los salones de la lujuria, con el libertino del siglo XVII. A comienzos del siglo XVII, el libertino es casi lo contrario de lo que se imagina de su colega del siglo siguiente. En sus comienzos, el “libertinaje es una licencia del espíritu que rechaza las creencias religiosas”. El movimiento aparece alrededor de 1620 en un medio muy particular, el de la juventud cortesana que rápidamente reconoce a un jefe que se volvió célebre: Théophile de Viau. Según un movimiento social fácilmente calculable, ese movimiento muy aristocrático alcanza a la juventud burguesa de una generación inmediatamente posterior, hacia 1650. El Don Juan de Molière (1665) pone en escena a un personaje entonces conocido por todos y, según lo dice la duquesa de Orleans en 1699, “la fe está extinguida en este país, al punto de que no se encuentra ya a ningún joven que no quiera ser ateo”.
Ciertamente hay mucha exageración en estas opiniones, pero señalan hasta qué punto los mismos contemporáneos vieron en esa corriente algo durable. Porque no se trataba de un simple relajamiento de las costumbres. Esos libertinos, en su mayoría, no tenían nada que envidiarles a las personas impregnadas de devoción, en lo concerniente a la moral y a la virtud (uno de los más conocidos, La Mothe le Vayer, fue, por ejemplo, durante algunos años preceptor de Luis XIV). Sobre la base de la renovación humanista del siglo precedente, fueron primero materialistas a la manera de Demócrito o de Epicuro, se entusiasmaron por Giordano Bruno y fueron “ateos” en un sentido bastante delicado de definir. Un libelo escrito contra ellos en 1624 por el padre Mersenne se titulaba “Impiedad de los deístas, ateos y libertinos de este tiempo”: curiosa mezcla para nuestras orejas de hoy, que no confunden más a los “ateos” y los “deístas”.
Sólo un Cyrano de Bergerac merece todavía el calificativo moderno de “ateo”, él es quien parece haber llegado a sostener una verdadera ausencia de todo Dios, sin más espiritualidad ni inmortalidad del alma. Pero, para la mayoría de los otros libertinos, se mantenía la idea de un Dios, tan vago sin embargo, que no estaba en concordancia con ninguna de las religiones reveladas y, por lo tanto, dejaba libre el espacio para la crítica de esas mismas religiones. Dos nombres emergen todavía en ese movimiento crítico: François de la Mothe le Vayer (1588-1672) y Gabriel Naudé. Sus trabajos y los de muchos otros debían culminar en ese monumento que fue el Diccionario histórico y crítico de Pierre Bayle, biblia de las críticas “racionalistas” dirigidas a la religión en el siglo XVIII.
De acuerdo con los buenos principios aplicados en la física galileana, los libertinos consideraron que todo lo que ocurría sobre esta tierra podía recibir una explicación natural. Desde ese punto de vista son nuestros antepasados, y no es sin emoción que nos aproximamos a ellos. Pero, al mismo tiempo, una cierta repartición del mundo mental que se realizó en esa época continúa pesando sobre y en nuestras cabezas de una manera tal que merece ser revisitada. No para recomponer lo que se quebró y recrear una supuesta armonía entre lo natural y lo sobrenatural como ya se la había conocido en el siglo XVI, encontrándosela a veces en un espíritu tan agudo como el de Michel de Montaigne. Aunque, por el contrario, no es imposible saber un poco de lo que le ocurre a la razón cuando comienza a arrogarse el derecho “que no le cuestiono” de disponer de lo divino, sobre todo bajo la forma de la crítica de sus manifestaciones más espectaculares: los milagros.
La “Gran repartición de los locos”, operación de policía social comparada por Michel Foucault con una cierta asepsia inaugural del cogito cartesiano, tuvo enorme importancia. La gran repartición racionalista que aísla al fenómeno de la fe para reducirlo “especialmente en su crítica de los milagros” a una especie de excrecencia supersticiosa y vulgar, es uno de esos pensamientos en los que estamos todavía inmersos masivamente, nosotros. Ya que somos todos libertinos, con menos valentía, puesto que las mismas multitudes se han convertido en libertinas sin saberlo.
* Fragmento de El objeto a de Lacan, que distribuye en estos días ed. El Cuenco de Plata.

Miquel Bassols. Distanciamiento Social