RAYUELA nº 55
Presentación del Aperiódico Psicoanalítico
Leer el Aperiódico número 20, dedicado a la cuestión del autismo, me hizo reflexionar acerca de la puesta a prueba del deseo del analista ante cada uno de los casos expuestos de niños que sufren de autismo, pero también extraigo de esta edición del Aperiódico un llamado para que desde el psicoanálisis lacaniano nos opongamos a la complacencia autista que reina en nuestra época.
Esta dimensión política del psicoanálisis lacaniano es la que abordé en el Aperiódico, bajo el título: el psicoanálisis lacaniano contraría al autismo generalizado.
Mi sorpresa fue encontrar resonancias y anudamientos con otros escritos que quiero compartir con ustedes.
Edit Tendlarz, en su nota editorial nos dice que la clínica psicoanalítica del autismo va en contra de la idea del déficit, en la medida que el psicoanálisis lacaniano acompaña en cada ocasión a los niños autistas en su trabajo de invención, el que se realiza a partir de pequeños trozos, de piezas sueltas que se van hilvanando desde la subjetividad de cada quien.
Félix Rueda, en su texto titulado Pretenden, señala que en España las instituciones que hoy día alojan a los niños autistas lamentablemente han trocado su anterior apuesta a la subjetividad y a los lazos transferenciales por los protocolos de evaluación. Y que los Foros sobre el autismo que realizaron hace dos años presentaron una firme batalla a esta tendencia clasificatoria del mercado de la salud mental, en su afán de segregar la subjetividad de los niños.
Santiago Castellanos de Marcos, bajo el título Stop TCC, dice que la plataforma del Foro sobre autismo que realizó la Escuela Lacaniana de psicoanálisis se apoyó en que el psicoanálisis entiende que el tratamiento del autismo no puede reducirse a modelos de adiestramiento de la conducta ni simplificar la complejidad del habla y del lenguaje humano a ejercicios de comunicación.
El autor precisa que, si los psicoterapeutas cognitivistas y conductales intentan medir lo que no se puede medir, el psicoanálisis lacaniano se orienta por sostener un diálogo con el autista, definiendo los espacios en que sea posible acompañarle, y ayudarle a construir un autismo entre varios.
Gustavo Stiglitz, a partir del título La creación de un nombre, se pregunta cómo es que no somos todos autistas?. Y en la vía del recurso del síntoma, cita a Temple Grandin de su libro: Atravesando las puertas del autismo, de Editorial Paidós.
“Mis obsesiones disminuían mi excitación y me tranquilizaban (se trataba, desde su infancia, de pensar y diseñar aparatos que ejercieran una presión placentera en su cuerpo). Las obsesiones pueden utilizarse de forma constructiva, eliminarlas es quizás desaconsejable, así como un mal hábito que se suprime suele ser reemplazado por otro mal hábito, lo mismo ocurre con una obsesión, Una obsesión referida a un tema particular puede llevar a la comunicación, quizás una comunicación sin interlocutor, pero al menos un progreso en la comunicación, con una guía adecuada un niño puede ser motivado por una obsesión.”
La humorista Mariana Weschler, autora del libro “Chicos extraordinarios de padres comunes y corrientes”, testimonia como madre de una niña autista: “¿De qué me voy a reír sino de las boludeces que me han dicho los profesionales?. Con sus tests me daban la edad mental de mi hija que era para ponerse a llorar!. Todas esas cosas nunca te miden lo que sí sabe o puede hacer, siempre lo que nó, y eso te desalienta más que ayudarte. Por otra parte, se me hacía necesario saber qué tenía la gorda, tener un diagnóstico. Porque con los tests… me di cuenta de que por lo general sólo derivan en otro test y no en otra cosa.
Hubo un test que me mandaron a hacer y pregunté para qué me iba a servir y me dijeron que para tener un diagnóstico más específico. Decidí no hacerlo, no pasar por eso, por el sometimiento que da; la vez anterior a mi hija la habían tenido que dormir y fue muy traumático, sólo para obtener una cifra y un nombre más largo.
Pero en cambio, en relación al tratamiento que está haciendo Luli, el indicador para mí fue luego del primer año que me fui de vacaciones sola con mi marido y cuando volví ella me dijo: Te extrañé. Ese fue el indicador para mí.”
Constatamos que así es, porque “te extrañé” es la verdad del sujeto.
En esa perspectiva de la subjetivación el psicoanálisis lacaniano contraría al autismo contemporáneo, yendo contra la furia de los psicotécnicos que buscan robotizar a los niños evaluándolos estadísticamente.
Y es verdad lo que pescó Mariana acerca de que administrando tests nadie puede armar ningún diagnóstico, en tanto se segrega la posibilidad de subjetivación porque no se le pregunta a nadie sobre su malestar.
Buenos Aires, 20 de agosto de 2011
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